Muy queridas familias de Yucatán, les saludo con afecto y con respeto. La comunidad familiar es reflejo de la Santísima Trinidad, de ese Dios que nos creó a su imagen y semejanza. La semejanza con Dios no se puede lograr en el aislamiento ni en una vida egoísta. La experiencia de la vida en familia es la forma más intensa de convivencia humana, y durante esta pandemia la convivencia de las familias ha sido intensísima. La prisa y los compromisos del mundo moderno son una fuerza centrífuga que nos lleva a alejarnos del núcleo familiar. Pero a veces nos acostumbramos tanto a que los compromisos nos saquen de casa que llegamos a acostumbrarnos, y a perder el gusto por la vida en familia.
Ya sabemos que la pandemia no es en ninguna forma un castigo de Dios, pero si es una situación nueva, dolorosa y difícil, que nos ha dado diversas oportunidades de crecimiento humano y cristiano, y una de esas oportunidades ha sido el volver a estar en familia. No nos asustemos si en momentos nos hemos enojado o impacientado unos con otros, eso es muy humano. Pero es muy cristiano y auténticamente humano reconciliarnos pidiendo y dando perdón. Y en cada reconciliación se fortalece la vida en familia.
El Papa Francisco, en su reciente Encíclica Fratelli Tutti (Hermanos Todos), llama a toda la humanidad a vivir como en una gran familia. En la familia se aprende a compartir solidariamente unos con otros, se aprende el valor de la gratuidad y el de la reconciliación, y esos valores, derivados del amor, hacen mucha falta en el mundo. Por eso, esforcémonos por vivir de tal forma en familia que nos acerquemos más y más a la vida Trinitaria, y aportar a la humanidad los buenos y auténticos valores que, sólo en familia se pueden alcanzar.
Bajo el amparo y patrocinio del Señor San José, padre de la Sagrada Familia de Nazaret, sigamos glorificando a Dios por amor de nuestras familias. Amén.
Mons. Gustavo Rodríguez Vega
V Arzobispo de Yucatán