Subsidio de Noviembre. Año de la Familia 2021

Oración inicial:


¡Oh Dios! Nuestro Creador y Redentor, con tu
poder Cristo conquistó la muerte y volvió a Ti
glorioso. Que todos tus hijos que nos han
precedido en la fe (especialmente: pensamos
en silencio los nombres de nuestros seres
queridos) participen de su victoria y disfruten
para siempre de la visión de tu gloria donde
Cristo vive y reina contigo, por los siglos de los
siglos. Amén.

 

I.¿Qué es la muerte?
La muerte es una realidad tan cercana a nosotros que muchas veces nos asusta, genera duda e
incertidumbre. Históricamente ha sido un tema que ha interesado a la humanidad. La pregunta: ¿Habrá
algo más después de la muerte? para los cristianos la muerte es sólo el final de la vida terrena, pero NO el
final de la vida.
El catecismo de la Iglesia católica en el número 989 dice:
“Creemos firmemente, y así lo esperamos, que del mismo modo que Cristo ha resucitado verdaderamente
de entre los muertos, y que vive para siempre, igualmente los justos después de su muerte vivirán para
siempre con Cristo resucitado y que Él los resucitará en el último día (cf. Jn 6, 39-40)”
El ser humano es una unidad. El hombre es alma y cuerpo a la vez. El cuerpo muere, pero el «alma» vive
eternamente.
La muerte es el final de la vida terrena, es en realidad una puerta que hay que cruzar para pasar de la vida
temporal a la vida definitiva, es decir, a la vida eterna que es la meta verdadera. Por tanto, desde el punto
de vista de la fe cristiana, la muerte no es un final sino “es un comienzo” a la vida eterna.
Para los católicos, la muerte es parte de la vida porque confiamos en Jesús, quien dio su vida por nosotros
para que podamos tener la vida eterna. Creemos que Jesús resucitó de entre los muertos y nosotros
también resucitaremos con él. Y tú, ¿Confías en Jesús y en lo que él dijo sobre la muerte, su propia muerte y
la nuestra?

La fe es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela. La fe, por lo
tanto, es un refugio para quienes hemos perdido un ser querido, la fe nos permite dar sentido, orden y
significado al dolor que sentimos cuando alguien que amamos se va de esta vida terrenal. La fe en Dios es
nuestra verdadera fortaleza sobre todo en los momentos de mayor fragilidad como cuando perdemos a un
ser querido.
El Papa Francisco en su catequesis en octubre de 2017 nos recordó que, en varios pasajes evangélicos, en
que Jesús se confronta con la muerte, pide que no se tenga miedo ante ella, sino que se confíe en su
palabra y se mantenga viva la llama de la fe.
La muerte de un ser querido es una de las pérdidas más duras que tiene que enfrentar un ser humano.
El duelo es el proceso de adaptación requerido ante una pérdida significativa, como la muerte. Este proceso
implica un trabajo doloroso y su desarrollo se presenta de forma distinta en cada individuo.
Si no duele, no es un duelo. Aunque el duelo suele provocar reacciones intensas a nivel mental y emocional
(confusión, tristeza, angustia, impotencia, miedo…) y también físico, en nuestro cuerpo (tensiones
musculares y otras molestias, pérdida de apetito o de sueño, propensión a enfermedades…) el duelo no es
una enfermedad. La enfermedad realmente sería evitar el duelo.
Ante el duelo con frecuencia preguntamos: ¿Cuánto tiempo va a durar esto? La duración y la intensidad del
duelo puede ser muy distinta de una persona a otra, y no guarda relación con la intensidad del amor que
sentimos.
Es muy importante permitirse expresar estos sentimientos para sanar este dolor, ya que al principio puede
parecer fácil y hasta útil distanciarse de esta pena, pero no debemos evitarla. El duelo es parte de la
sanación.
Para superar el dolor solo existe un camino, no se puede evitar, ni evadir, ni reprimir, simplemente hay que
“transitar por él”, vivirlo, experimentarlo, para poder pasarlo de frente.
La intensidad del dolor irá variando a lo largo del camino… habrán días de mayor calma y días de mayor
tristeza.
El psicólogo William Worden especialista en intervención en procesos de duelo propuso cuatro tareas que
son necesarias realizar para alcanzar la aceptación y recuperar nuestra paz cuando perdemos a alguien
amado:

 

Aceptar la realidad de la pérdida.
Experimentar las emociones que ésta suscita.
Adaptarse a un entorno en el que el fallecido ya no está.
Recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo.

“Concluir y cerrar el duelo”. Terminar el duelo no es de ningún modo olvidar, pasar página,
abandonar al otro (este suele ser el gran temor de las personas en duelo). Terminar es darle
un lugar en lo más íntimo de nosotros, un lugar donde la muerte no puede llegar, donde
podremos seguir queriéndolo siempre, donde el amor que nos dio permanecerá intacto y
que nos permita abrirnos de nuevo a nuestra vida que aún sigue.

El proceso de duelo no se trata de “entender” el dolor, se trata “sentirlo”, de experimentarlo, pero
sobre todo de sentirse acompañado, por la familia y por Dios.
“Y tengan por seguro esto: que estoy con
ustedes siempre, hasta el fin de los
tiempos
”.
M T . 2 8 , 2 0 .

 

Cada persona debe guardar su duelo. Guardar significa elaborarlo, transitarlo. Así como cada persona es diferente, cada duelo es diferente, porque cada pérdida es diferente. Hay pautas, caminos y criterios para seguir, para no perdernos en el intento. A veces creemos que el tiempo en sí mismo nos ayudará a superar aquella pérdida de esa persona a quien tanto amábamos. Debemos transitar el duelo cuando hay de por medio la pérdida de un trabajo, un patrimonio, un divorcio, una muerte, etc. Liberar: Confesar: Perdonar: III.Qué hacer (Actuar) Es necesario en primer lugar liberar el dolor, pues toda pérdida implica un dolor, que en la mayoría de las ocasiones conlleva un sufrimiento. Liberar el dolor a través del llanto, una larga conversación con alguien que te escuche, que empatice contigo, liberar el dolor a través de la oración, del diálogo con Dios que se ha encarnado en Jesucristo, el <>. La pérdida nos lleva a hacer presente, a hacer real el dolor que nos provoca. Confesar significa manifestar públicamente que algo nos duele, y esto será tanto cuanto uno quiera hacerlo público. La mayoría de las veces no ayuda permanecer aislado y en el anonimato, que nadie sepa y que nadie se entere de que estoy viviendo un duelo; pero también es bueno saber a qué persona decirle, a la que creas que pueda ayudarte, que te aporte luces para tu crecimiento y fortaleza espiritual. La pérdida, esto es necesario. Muchas veces nos apropiamos sentimientos de culpa que no deberíamos tener. Debemos perdonar a esa persona que falleció, a esa persona que se divorció de ti, a esa persona que decidió dejar de ser tu amigo, a esa persona que traicionó tu confianza y te robó, a esa persona que te despidió de tu trabajo, etc. Pues perdonar no es justificar al otro, no es olvidar, no es minimizar, sino sanar ese dolor, perdonar es un acto que te hace cerrar el pasado para poder adentrarte libremente en el futuro e iniciar nuevas experiencias de vida

Oración Final
Dios de misericordia y de amor, ponemos
en tus manos amorosas a nuestros
hermanos, en esta vida Tú les demostraste
tu gran amor, y ellos, recíprocamente nos lo
brindaron a nosotros; ahora que ya están
libres de toda preocupación concédeles la
felicidad y la paz eterna.
Su vida terrena ha terminado ya; recíbelos
ahora en el paraíso, en donde ya no habrá
dolores, sufrimientos, ni lágrimas, sino
únicamente paz y alegría con Jesús
resucitado, tu Hijo, y con el Espíritu Santo
para siempre, ilumínalos y abrázalos
eternamente, Señor. Amén.

 

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